EL CRIMEN DEL CURANDERO


 

Hace ya muchos años, el 28 de enero de 1915, ocurrió en Menasalbas un crimen cruel que fue recogido ampliamente por la prensa provincial. Aquel día fueron asesinados en su domicilio el matrimonio de ancianos formado por Jerónimo Sánchez Petronila y Martina Garcia Gutiérrez que fueron encontrados muertos en su casa en medio de un charco de sangre y con horribles heridas en la cabeza, después de que el juez municipal se personase en su domicilio avisados por los vecinos extrañados porque la casa hubiera permanecido cerrada todo el día. Las sospechas inmediatamente recayeron en un curandero al que habían alojado en su domicilio con la esperanza de que pudiera curar el cáncer que la anciana padecía. El crimen despertó el interés de la provincia y los reporteros de los diferentes medios llegaron con ánimo de informar a sus lectores y colaborar extraoficialmente en la investigación del suceso. Cuando en Toledo se conoció la noticia de manera oficial y se confirmó que el asesino había pasado a Toledo, el cuerpo de vigilancia con sus jefes Melitón Moraleda y Ubaldo Domínguez comenzaron las gestiones para descubrir su paradero, pero ni ellos ni la Guardia Civil encontraron al individuo que había estado en la ciudad durante 10 horas. A la capital había llegado a Polan y se había hospedado en la Posada de la Sangre hasta las cinco y media en que tomó el camino de la estación para salir en tren hasta Madrid a eso de las seis y media. Las señas que ofrecía El Eco Toledano sobre el sujeto eran las de un hombre de veintisiete o veintiocho años, alto y delgado, que vestía gafas y un traje blaquecino, y se dedica a la profesión de curandero con la que recorría los pueblos para engañar a la gente con su pretendida ciencia. El diario hacía el siguiente relato de los hechos:

Intimidad con el curandero

 

Hace algunos meses llegó a Menasalbas el curandero de referencia, poniendo a disposición del vecindario sus excelentes servicios. Al poco tiempo de llegar a dicho pueblo, supo que la anciana Matea García Gutiérrez, padecia un cancer hacia ya unos meses, y del que no se curaba. Dicha anciana vivía en unión de su esposo Jerónimo Sanchez de sesenta y cinco años de edad. Tenía establecido su domicilio en dicho pueblo puesto que ambos eran naturales del mismo. El falso hombre de ciencia se presentó en la casa del viejo matrimonio, y, después de enterarse de algunos datos que él creía útiles para el ejercicio de su profesión, se comprometió a curar a la enferma en un plazo breve, por módica cantidad. Está acepto con el beneplácito de su marido, y, sin titubear, se puso en manos del curandero. Desde entonces no se separaba tan doctor en medicina del domicilio del viejo matrimonio y aun cuando la enferma no experimentaba progresos en su enfermedad, como tampoco se puso peor, creyó de buena fé que con un poco de paciencia la curaría aquel hombre que parecía enviado del cielo. A tal extremo hubo de llegar la confianza que a aquella familia inspiraba el curandero, que con objeto de tenerle más cerca, y poder consultar con él más a menudo sobre el curso de su padecimiento, decidieron alojarle en su misma casa, disponiéndole para su exclusivo uso, una habitación. Asimismo comían con él, como si fuera de la misma familia. De este modo se estableció gran intimidad entre los ancianos y el que poco después sería su matador.

 

La anciana familia poseía algún dinero. El curandero perpetraba un crimen para apoderarse de él.

 

Después de una constante vida de trabajos y privaciones, había logrado reunir la humilde familia unos ahorros con los que pasaban su vejez, si bien fueron mermados algo por los muchos gastos que ocasionaba la enfermedad de la anciana. Como el curandero había tomado gran confianza con aquella buena familia no se le podía ocultar que tenía dinero, sino un capital excesivo por lo menos unos cuantos miles de pesetas no despreciables. Indudablemente, con habilidad y cierto tacto, pues en los pueblos no son tontos, consiguió averiguar el sitio donde lo guardaba y desde entonces se supone que tenía perpetrado el crimen. Es decir, que decidió a apoderarse de los ahorros de muchos años de trabajo y fatigas, estaba dispuesto a matar a los pobres viejos.

 

El crimen. Ensañamiento del criminal. La fuga

 

Así las cosas, transcurrió un poco de tiempo durante el cual, el curandero iba preparando sus planes para conseguir el robo de aquellos ahorros. Como nadie presenció el crimen, se supone ocurrió de la forma siguiente:

En la noche del 28, a la hora de costumbre, se acostaron los ancianos después de cenar en unión del curandero. Este, en vez de acostarse, después de la cena, salió de ronda, según acostumbraba. A altas horas de la madrugada regresó al domicilio del viejo matrimonio, hallando dormido a este. Dispuesto ya el crimen, y habiendo elegido aquella noche para consumarle, decidió el modo de llevarlo a cabo. A tal efecto recorrió el corral de la casa donde sabía que había un hacha y, apoderándose de ella, se dirigió al cuarto de los viejos, no sin antes sacar un cuchillo que siempre llevaba consigo. Como la puerta del cuarto donde aquellos dormían estaba cerrada por dentro, la descerrajó, valiéndose del cuchillo de referencia. Al ruido que produjo, saltando la cerradura, despertáronse los dos ancianos. Casi no les dio tiempo de echarse en la cama porque instantaneamente el curandero se abalanzó sobre el marido, como más resistente, y de un hachazo le partió la cabeza. La infeliz anciana muda de espanto no la quedó mas recurso que ocultarse entre las ropas de la cama, sin ánimo siquiera de lanzar un grito. El homicida una vez que vió en tierra al desdichado viejo le dio un nuevo hachazo en el cuello que casi le separó la cabeza del tronco. Después, dirigiose a la cama, donde aún continuaban temblando la mujer de la victima, y separando las ropas que cubrían el cuerpo de aquella, la saco de la cama y esgrimiendo el cuchillo, le sepultó en el pecho de la infeliz que cayo en el suelo sin exhalar ni un gemido. Como observaba el bárbaro criminal que áun le quedaba un resto de vida, la dio una segunda cuchillada en el corazón partiéndoselo en dos pedazos. ¡Tan terrible fue este segundo golpe! Entonces creese que se puso a buscar el dinero de la familia asesinada, ignorándose si logró hallarle. Realizado el doble crimen, el criminal se dio a la fuga carretera adelante sin que nadie lo detuviera.

Cómo se descubrió el crimen. Hallazgo de los cadáveres. El juzgado del pueblo

Transcurrió el resto de la noche del día 28 y casi todo el día 29 sin que nadie sospechara que en el pueblo se había cometido un doble homicidio, que mejor pudiera calificarse de asesinato. Los vecinos de Menasalbas, intrigados por no ver en todo el día a los ancianos esposos, llamaron a la puerta de la casa de estos, para enterarse si les ocurría alguna novedad. Inutil decir que nadie respondió a estos llamamientos de aquellas sencillas gentes. En vista de esto, y sospechando ya el crimen, dieron aviso al señor Juez Municipal, que con las formalidades de costumbre dio orden de descerrajar la puerta – pues el curandero la dejo cerrada con llave – procediendo al registro de la casa. Al llegar al cuarto, teatro del suceso, el cuadro que se presentó a la vista del Juzgado fue horroroso. En un lado de la habitación se encontraba el cadáver del viejo, con la cabeza medio separada del tronco y con los ojos abiertos. Todo él bañado en sangre. El cuerpo de la anciana hallábase tendido en otro lado, tinto en sangre, y horriblemente mutilada. Los vecinos prorrumpieron en llanto ante aquel cuadro inenarrable. Previas las oportunas ordenes se procedió al levantamiento de los cadáveres, siendo estos trasladados al depósito judicial. El autor de este no fue hallado pues como antes dijimos, salió del pueblo después de cometer el crimen. El vecindario se halla bajo una impresión indescriptible.

 

Las ultimas noticias recabadas sobre el asesino definían con más precisión al asesino con datos inicialmente desconocidos. Se dijo de él que se llamaba Domingo García, que tenía 30 años, que había sido cabo de Sanidad Militar y que el crimen lo cometió con un calabozo ensangrentado que se encontró al lado de las víctimas. Sobre su huida, se comentó que había huido caminando hasta Polán en donde tomó el coche que le llevó a Toledo a las diez de la mañana, en donde se compró ropas y un par de botas nuevas con el dinero robado, momento en el que cambió 10 duros de plata que llevaba por monedas. Otras informaciones dicen que llegó hasta Gálvez en donde tomo la diligencia de Navahermosa a Toledo y que llegó a la capital a las dos y media de la tarde, pasando la noche del 29 en Toledo. El caso es que el asesino no fue descubierto y se dijo que había embarcado a América en Valencia.

 

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