LA PROSPERIDAD DE LA DÉCADA DE 1920 A 1930 Y SU REFLEJO EN LA ARQUITECTURA MENASALBEÑA DE LA ÉPOCA
LA PROSPERIDAD DE LA
DÉCADA DE 1920 A 1930 Y SU REFLEJO EN LA ARQUITECTURA MENASALBEÑA DE LA ÉPOCA
La década de 1920 a 1930 fue una
década de prosperidad en todos los órdenes para Menasalbas. En ella no sólo
aumentó considerablemente el número de habitantes, sino también la actividad
comercial del municipio, propiciando el surgimiento de nuevos modelos de
negocio y la visibilización de nuevas formas de ocio y nuevos estilos de vida
en todas las capas de la población, y especialmente entre las clases más
adineradas. A ello hay que añadir el aumento de la seguridad en las calles por
la creación del cuerpo de serenos y las disposiciones emanadas del gobierno de
Primo de Rivera, aunque después este orden público se deterioró en la época
republicana.
No vamos a hacer un relato
detallado de esta prosperidad en la agricultura, la ganadería y el comercio
(eso queda para las páginas de un libro posterior), sino que vamos a usar las
palabras de don Marcelino para describirla, porque era palpable en el municipio
entre todos los sectores de la población. Don Marcelino la reflejaba en 1928
con las siguientes palabras. “Menasalbas, de pocos años acá ha cambiado
profundamente en todos sus aspectos, ya no es aquel pueblo de las faldas de los
montes de Toledo, donde sus 5000 habitantes estaban condenados por la carencia
absoluta de carreteras a vivir de la ganadería y el carboneo, y que por la
causa citada se veían obligados a vender sus productos a precio poco
remunerador, que hoy posee una bien cuidada carretera que enlaza en Cuerva con
la general de Toledo-Piedrabuena, se le han abierto nuevos horizontes que
inician para Menasalbas una era de bienestar y progreso, gracias a la
mencionada construcción la comunicación con la capital se hace rápida y
cómodamente en los autos de la Dión-Toledana, empresa concesionaria de
transporte de viajeros, y consecuencia de este servicio ha sido el haber creado
en ésta una Estafeta de Correos, servicios ambos de singular importancia para
Menasalbas; consecuencia también de la repetida construcción ha sido el
florecimiento de muchas industrias y de la agricultura, y antes, por no tener
comunicación con el mundo, se veían obligados, industriales y agricultores a
abandonar muchas empresas, que son precisamente las que hoy han hecho que
Menasalbas sea el punto comercial más importante de toda la comarca, cosa que
justifica plenamente la legión de compradores de toda clase de mercancías que
diariamente acuden a hacer sus compras en los importantísimos comercios,
nacidos al calor de la comunicación con el mundo. situados con pasto y
abrevaderos como éste no hay ni uno solo en la provincia y en muchos de
mercados…”
Esta bonanza se proyectó también
en las viviendas construidas en la década, con características que las
diferenciaron de las de épocas precedentes. Se trataba no solo de edificar
casas unifamiliares para residir, sino también de que manifestaran el estatus y
la prosperidad de la familia en cuestión. Por otra parte, la mayor seguridad en
la población permitió abandonar los ventanucos enrejados y abrir las viviendas
a la calle mediante grandes balcones y ventanas simétricos que conseguían
fachadas elegantes, armónicas y bien proporcionadas, con efecto muy diferente
al que transmitía la asimetría del siglo anterior. En ellas comenzó a hacerse
un uso decorativo tanto del granito como del ladrillo tradicional en cornisas,
jambas y dinteles, realizando con él atrevidos arcos escarzanos en donde los
maestros alarifes reflejaban su maestría y buen hacer; así mismo, se abandonó
el adobe y el mortero de cal en los paños para hacer uso de la mampostería
llagueada mediante el rejuntado enrasado o el fileteado bastardo, se hizo común
el sillar en zócalos y cadenas de esquina y se elaboraron refinadas barandillas
de hierro forjado para los balcones del cuerpo superior, con herrajes llenos de
complicadas filigranas geométricas en las que se lucían los herreros locales.
De entre todas las edificaciones
construidas en esta década cabe destacar la vivienda de Julián García, en el
actual número 26 de la calle Mayor, que podemos considerar la precursora de
este tipo de edificios, pues se construyó en 1916, la casa de la familia García
Moreno, en el número 9 de la calle de la Hiedra, la casa gemela de esta,
propiedad de su familiar don Marcelino J. Lázaro, en la calle Embajadores, 23,
la casa de Jesús del Hierro, en la intersección de las calles Remiendo y
Comercio, la casa de Pedro Mayo, en la calle Congreso, que contó con el primer
mirador de la historia, o la de la familia Aguado, en el número 26 de la calle
Mayor. Otras viviendas de ejecución más sencilla también participaron de las
características constructivas de este momento, como la de la Eulogio Escobar,
en el número 1 de la plaza Silos, que recurrió a la mampostería con rejuntado
enrasado para todo el lienzo y al uso del granito decorativo en jambas y
dinteles de puerta y ventanas.